Las ideas y costumbres heredadas

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Las ideas y costumbres heredadas.

Desde que nacemos, estamos recibiendo constantemente un bombardeo de ideas y costumbres heredadas, repetidas a través de varias generaciones, que se trasladan de padres a hijos mediante frases aprendidas que han escuchado también desde niños.

Son ideas y costumbres heredadas que tal vez en algún momento a alguien le resultaran prácticas, o le funcionaran para conseguir el objetivo que tenían en mente.

Pero hablamos de un lugar, una persona y un momento concretos que establecen unos parámetros que, seguro, distan mucho de nuestra realidad actual, por lo que, lo que le ha valido a una persona hace 30 años, a lo mejor no nos sirve a nosotros en la actualidad.

El mundo cambia constantemente, y las personas también.

Si a eso le sumamos la rapidez con la que se ha evolucionado en los últimos 50 años en todos los sentidos, ¿cómo nos va a servir una técnica de nuestros abuelos, que les ha funcionado en la postguerra, en la realidad actual de nuestro entorno?.

Nuestros padres nos enseñan las bases de lo que a ellos les enseñaron, y vemos como generación tras generación cometemos los mismos errores e imitamos los comportamientos que hacen que no crezcamos.

 Y no sabemos porque´, ¡si hemos hecho siempre lo que nos han dicho nuestros mayores! Las ideas y costumbres heredadas ya no nos sirven.

Veamos algunos ejemplos de ideas y creencias heredadas.

En la crianza es muy común recibir los consejos bienintencionados de madres, abuelas, bisabuelas, tías y cualquier mujer que haya criado a sus hijos antes que nosotros. Mientras tratamos de calmar a nuestro hijo que llora, escuchamos de fondo los posibles motivos y soluciones del llanto del bebé.

-¡Esos son gases! Dice nuestra madre, que los ha sufrido sobre todo con el pequeño, que no le dejó dormir hasta los 3 años. ¡Lo mejor que puedes hacer es prepararle una infusión de anís estrellado y dárselo con una jeringuilla!

– Sí, ¡eso!, y ponlo boca abajo y dale pequeños golpes en la espalda hasta que los expulse. Dice tu abuela, que ha criado 5 hijos y “de esto sabe mucho”.

– ¡El anís estrellado es lo mejor! Dice la tía Mercedes, que no ha tenido hijos, pero tiene muchas amigas madres.

– A ver, el anís estrellado es perjudicial para los bebés, ¡nos lo ha dicho el pediatra! Contestamos por encima del llanto de nuestro hijo, que ya nos está poniendo muy nerviosos.

-¡Qué sabrá vuestro pediatra! ¡Todo tan moderno! ¡El mío sí que sabía!

La crianza es uno de los temas que más costumbres hereda.

Mientras, probamos a darle de comer, a ver si se “le van los gases”. La lactancia materna es la elegida como medio y nuestro bebé se relaja porque, al final, tenía hambre.

  • ¡Ay! El pecho es lo mejor, pero no se lo des mucho tiempo.- Dice tu madre, de la generación en la que las mujeres tenían que ir a trabajar por encima de todo para hacerse valer. El pecho ata mucho a la madre y no la deja vivir.
  • ¡La lactancia materna es lo mejor! Dice la abuela que vivió la dura postguerra y crió a sus hijos en casa. Sale gratis y es muy cómodo.
  • ¡El pecho alimenta y les da defensas, pero se te va a quedar el pecho muy feo! Remata la tía Mercedes, que a pesar de no haber tenido hijos sí ha sufrido el deterioro de los suyos, con algo tan natural como es el paso del tiempo en nuestros cuerpos.

Cada una tiene la misma opinión repetida, que ha adaptado a sus circunstancias como ha podido, según la época y circunstancias personales que les ha tocado vivir.

Mientras, nosotros, a pesar de vivir en el mundo de la sobreinformación, terminamos “dejándonos ir”, porque cierto es que la opinión de las personas en las que confiamos y que sabemos que nos quieren vale y pesa mucho, sobre todo cuando tenemos miedos y dudas.

Con la educación financiera  también nos llegan las ideas y costumbres heredadas.

En la mayoría de las familias las ideas y costumbres heredadas nos dicen que el éxito consiste en:

  • Conseguir un trabajo fijo, para poder contar con unos ingresos estables a los que adaptarse (y rezar para que no surjan imprevistos, que son algo así como el “coco” de la vida adulta).
  • Poseer una casa después de pagar 30 años de hipoteca.
  • Tener un coche más o menos nuevo.
  • Disfrutar de vacaciones en un destino nacional (que el sueldo fijo no da para mucha cosa) y hacer de vez en cuando un viaje internacional para el que nos endeudaremos con una tarjeta de crédito.
  • Alcanzar una vida social más o menos activa. Con sus gastos también, y teniendo cuidado de elegir amigos de nuestro mismo nivel de ingresos, lo que retroalimenta nuestra aparente situación de comodidad y control.
  • Llevar a nuestros hijos a un buen colegio, donde los “adoctrinarán” también en los mismos valores obsoletos.

Cuando conseguimos la hipoteca, nuestros padres y abuelos se sienten orgullosos de nosotros, nos dicen que vamos por buen camino y nos dan unas palmaditas en la espalda, igual que cuando nos hacen fijos en la empresa.

El trabajo no nos satisface, lo hacemos de forma automática porque “tiene que ser”, “hay que trabajar”, “no voy a dejar un trabajo fijo”, pero cada día estamos más avinagrados.

Eso sí, como tenemos el beneplácito de nuestros mayores, debemos estar haciéndolo bien.

Y al final, la comodidad nos puede, y nos vemos repitiendo a nuestros hijos las mismas frases que escuchamos toda la vida.

Pero, ¿qué ocurre si nos decidimos a pensar por nosotros mismos?

Romper con las ideas y costumbres heredadas no es una falta de respeto hacia nuestros mayores. Nos da tanto miedo porque nos saca de lo conocido, de nuestra zona de comodidad y falsa seguridad (recordemos al “coco” imprevisto).

Abrir los ojos a nuevas ideas nos saca del costumbrismo y empiezan a aparecer nuevos conceptos que rompen con lo aprendido.

Nos queda re-aprender de nuevo, pero esta vez analizándolo todo y pasándolo por el filtro de la coherencia, dentro de la información disponible de personas que son especialistas de un tema en concreto, lo que nos aportará fiabilidad y consistencia para cambiar nuestros pasos y elegir un destino que rompa con lo establecido y heredado.

Y cierto es que tendremos que dar más explicaciones en casa, pero , ¿quién sabe? ¡A lo mejor cambiamos alguna que otra mentalidad!

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